Abre

Cuando fue mi turno en la integración colectiva de la experienci en el temazcal, G me preguntó cómo me sentía. Repiré profundo, aparté mi vista de su rostro, volteé hacia la puerta y me quedé pensando. Le dije que bien, y volví al silencio. Volvía respirar lenta y profundamente.

A: El primer temazcal al que fui me agarró en despoblado, no sabía qué era ni qué esperar y el resultado fue muy fuerte ... traumático, diría yo. Cuando decidí venir a este ya sabía que la experiencia era intensa y vine preparada para eso. Pero quizá por eso, hoy, allá adentro, sentí que algo se bloqueó, como si algo se cerrara en mi y no me permitiera fluir de otra forma. Sí, me sentí bloqueada, y todo el tiempo que duré dentro me la pasé poniendo atención en ese bloqueo tratando de entenderlo e incluso de romperlo. Por eso aguanté tanto tiempo dentro, porque mi atención estaba lejos de mi cuerpo y lo que el calor le hacía, todo el tiempo estuve intentando conectar con lo que había detrás de ese bloqueo. 

G: Pero incluso cuando ya estabas fuera seguías llorando. 

A: Sí... porque hay algo que no puede terminar de salir. Tengo un grito contenido, un grito que viene de una parte muy profunda pero que no puedo sacar...

Me detuve. Se me hizo un nudo en la garganta y no pude continuar hablando. Respiré, volteé la mirada al techo, como si allí arriba estuvieran las palabras y la fuerza que necesitaba para continuar. Y las encontré, pero venían de la boca de mi estómago:

A: Es como si estuviera dentro de una gran coraza, que cada vez es más delgada pero no menos fuerte. Y todo el trabajo de estos meses ha sido arrancarle a ese caparazón pequeños fragmentos, a  rasguños, por donde ha logrado penetrar un poco de luz y por donde algo de mi logra salir, pero apenas se abre se vuelve a cerrar, y yo me quedo allí dentro: contenida, encerrada. Eso: tengo un grito contenido, que no puede salir, y es fuerte y largo porque siento su potencia aquí dentro, pero no puedo sacarlo. Y ese grito guardado me hace sentir como oprimida, apretada, y me siento terrible porque no deja que salga mi voz, no puedo hablar, me pasa esto que me está pasando ahorita: intento hablar y se me hace un nudo en la garganta, y lloro y entonces callo porque el llanto no me permite hablar, y entonces no sale mi voz, no puedo cantar, no puedo hablar, y no me puedo escuchar. Ese grito está allí adentro sin salir y me arrebata mi voz. Y entonces siento que ando por la vida sin ser, que estoy sin estar, como si no existiera, porque no logro conectar conmigo, porque me encuentro encerrada muy profundamente en un caparazón que, a costa de protegerme de lo exterior, se hizo inquebrantable. 

Ya no recuerdo lo que le dije después, tampoco sé si le dije que me sentí forzada o, más bien, impuesta, como sin quererlo estuviera representando un papel. Contrario a la experiencia del resto del grupo, yo sentí que el temazcal había durado poco y que había estado energética y anímicamente muy ligero. Incluso el nivel de calor me pareció muy lejos de ser verdaderamente insoportable, aunque cuando pedí salir lo hice porque mi cuerpo ya no pudo resistir. 

Sentí que no había logrado nada tras la experiencia. Pero hoy por la mañana, entre los tenues rayos de conciencia que se colaron en mis esfuerzos por apagar o posponer cada una de las alarmas que pongo para poder despertar, noté que esa opresión, ese encierro en mi misma del que hablé a G la tarde anterior, no sólo era psicológica y anímica, sino también física: en el proceso de regresar al sueño sentí mis puños cerrarse, vi mis dedos esconderse en la palma de mis manos, sentí cada parte de mi cuerpo contraerse para terminar enroscada con las manos y los antebrazos entre mis pierna. Y entonces escuché:
A: Abre!
La respuesta física fue inmediata: me estiré, saqué los brazos y abrí las manos, me extendí.
No sé si todo pasó en el mismo fragmento de conciencia posterior al estallido de una de las alarmas, o si pasó en varios episodios, pero me vi expandiendo mi cuerpo sobre el colchón cada vez que mis manos se cerraba y se escondían entre las piernas, entre la almohada o bajo mi pecho. Y cada expansión iba precedida del mismo grito: 
A. Abre!


Cuando por fin desperté totalmente, mi cabeza estaba llena de ese grito: abre, abre, abre, abre. Después de todo, para poder salir de cualquier estado, de cualquier lugar, de cualquier situación, primero hay que abrir. 

A: Abre!  



Comentarios