Resurrección

Nada es como nos han dicho: ni el amor, ni la tisteza, ni la felicidad, ni el dolor, ni la dicha, ni el tiempo, ni la realidad... ni la vida. Nada es lineal, ni unívoco, ni unidireccional, ni acabado. No hay razones ni explicaciones a lo que pasa; y, sin embargo, todo tiene su lugar en el devenir.

Y nuestra desdicha (mi desdicha) ha sido aceptar lo contrario a pesar de esa voz interna que me ha dicho todo el tiempo que no, que me están mintiendo, que me quieren embaucar. Y de tanto callar, esa voz se ha hecho un grito que hoy no hay lugar que le pueda sostener sin sentir pavor (siento pavor). Y he ido por el mundo y la vida sintiéndome incómoda, fuera de lugar, descolocada, hasta el día en que ya no se pudo más.

¿Será que la fuerza centrípeta no es más que la acumulación de la energía que necesitamos para poder salir lanzados lejos de ese centro cómodo y nunca regresar jamás? Salir y sentir que nada tuvo sentido, hasta que lo tiene. Cada ser es un sentido, cada vida es un sentido: irrepetible, el caos en su perfección. Somos la encarnación de la incetidumbre.

Sí, esto es doloroso, pero lo que nadie dijo es que el dolor también libera (o quizá sí, y yo no tenía oídos para ecucharlo). Tenía que haberme entregado a esto hace mucho tiempo, pero si no fue así es porque sólo hoy es el momento justo.

Hay una voz interna para la que por fin estoy lista: todo pasa en su tiempo, y al mismo tiempo.

Resurrección

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