La noche (I)

Extraño ser dueña de mis noches, poder ser testigo de sus silencios y sus sonidos, de la perfecta armonía entre ellos. Yo fui vigilante de la noche por muchos años, y en esa vigilia soñaba. Extraño ese espacio temporal en el que el mundo, las posibilidades y la realidad se me abrían y se me mostraban sin obstáculos. Extraño poder estar despierta cuando el mundo se pone en tregua, y estar sumida en la contemplación de cada instante que se siente inmenso, eterno. Extraño la noche, la vigilia ensoñadora de la noche. 

Ahora duermo, quizá mejor que nunca antes: quizá por fin duermo. Si tan solo pudiera tener los sueños del sueño, si tan solo los sueños fueran lúcidos, si tan sólo pudiera recordar que sueño cuando he despertado, si tan sólo todo esto, algo bueno tendría no poder estar despierta en la noche. Pero ni eso. 

Me robaron la noche, mi espacio de re-creación de mi-de mi mundo-de mis ilusiones. 

Fui nocturna -animal nocturno. La noche era mía, fue mía, y ahora ya no.

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