15 minutos tarde

 P me preguntó que qué podía hacer por mi, si había algo en que pudiera ayudarme. Me quedé pensando sin realmente pensar. O, más bien, hice como que pensé, y luego pensé, pero ese fue el problema: lo pensé. 

A: "No, pues... es que no creo que haya algo que se pueda hacer, ni yo puedo hacer algo contra el efecto del medicamento".

Pero P no me estaba ofreciendo hacer algo contra ese efecto. Y no lo vi, sólo seguí diciendo las mismas cosas una y otra vez, la versión verbal del perro persiguiéndose la cola. Entré en piloto automático hasta que algo me desbloqueó y esa voz quedó liberada:

A: "Bueno, quizá sí hay algo que te puedo pedir: si me puedes dar un margen de 15 minutos para llegar."

La respuesta de P fue tan pronta y tan categórica que me pareció que ella ya sabía que esa era la solución y que sólo deseaba que yo lo pidiera.

P: "Sí, claro, por supuesto, esa es una buena solución para ambas partes, así ya sé cuándo empezar porque sé que llegarás."

Diría que fue más fácil de lo que pensaba, pero sería mentir porque esa opción jamás la pensé. Lo que pensé fueron muchas otras cosas, sobre las que sí dije mucho. Pero esa, solo esa opción, esa sencilla solución fue la única que no pasó por mi cabeza. Sólo se coló y tomó la palabra antes de que pudiera capturarla mi conciencia. Y estuvo bien así, si la hubiera tenido como opción no habría forma de que saliera ilesa de la verduga intransigente que habita en mi en momentos de estrés y presión. 

Y allí me di cuenta que no pasa el cataclismo que siempre creo que pasará si hablo para decir o pedir lo que que necesito, o para decir lo que puedo y no puedo dar o hacer. No pasa nada: no para el mundo, no se acaba la vida, no hay una tormenta, pero, sobre todo, la gente escucha, las personas atienden, y, si me aprecian o me quieren, me apoyaran de la forma en que lo solicite. Pero tengo que solicitarlo. Tan sencillo y, a la vez, tan complicado, porque hacerlo se requiere antes aceptar que hay algo que no se puedo lograr por mi misma, que necesito ayuda o apoyo de alguien que tenga eso que por ahora yo no tengo. Luego, hay que reconocer qué es lo que necesito, y después aceptar que debo apoyarme en alguien. Y de allí, la cereza del pastel: pedir ayuda. 

Ahora suena sencillo, hasta lógico. Pero ha sido un largo camino para llegar a este punto, un camino andado haciendo justamente lo contrario. Desaprender its a hard work, pero abierta la brecha, es más fácil seguirla. Sólo necesitaba 15 minutos de tolerancia... de mi para mí. 


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