(No)Ficción: Me gustas

Él se ríe a carcajadas. Las últimas veces que nos hemos visto hemos reído mucho. Pero esa noche, el estruendo fue bellamente cínico e incitador. Sigue insistiendo en que diga y haga todo eso que en mi mente ya tiene palabras y actitudes. Yo también, le dije, también quiero poder llegar un día y decirle: "Ey, tú! Sí, tú! Me gustas, ¿se arma o qué?" Entonces fue que soltó la carcajada.

O: Sí! Hazlo!

A: No, no lo haré.

Él se la pasa planteando preguntas, pero jamás me cuestiona. Me preguntó si sabía por qué no quería hacerlo. Seguimos hablando, indagando. Logré medio articular algunas respuestas parciales con las que no quedé contenta, y así me fui, con una idea borrosa de mis razones pero tranquila sabiendo que las respuestas siempre son lentas en su llegada.

Obsesiva cómo soy, he seguido meditando en todo lo que hablamos  En el ir y venir de las cosas del día a día, se ha colado en mi cabeza aquella conversación. En pequeños fragmentos voy obteniendo un poco de claridad y dosis de verdad. La pedacera reunida hasta hoy solo me da para una palabra: miedo. Logré articularla hoy, mientras la cuchara de metal llena de miel rozaba la base y golpeteaba la pared cilíndrica de mi taza de café: tacatá tacatá tacatá tacatá... es miedo... tacatá tacatá tacatá.

Entre sorbo y sorbo las tres certezas logradas en este día se traducen en el fragmento de una canción: "la cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes,/ dos amores cobardes no llegan a amores, ni a historia,/se quedan allí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar".

Quizá, si un día me animo a decírtelo, lo que salga sea algo así como: "Ey, tú! Sí, tú! Me gustas, pero tengo miedo, y soy cobarde, así que mejor no te lo voy a decir".

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