Los días de nuestra muerte

"Llegó la muerte un día y arrasó con todo,
Todo, todo, todo un vendaval,
Y fue un fuerte vendaval"
(Tumbas de gloria, Fito Paez)

Estos son los días de nuestra muerte. Ella pasó y arrancó el velo: se llevó la ingenuidad, el sueño del tiempo ilimitado, la ilusión de la espera. Trajo consigo lo impensable, lo inimaginable, lo innombrable, lo inconmensurable: nuestros más profundos miedos, nuestros más inconsolables dolores, el infinito abismo: lo que negamos antes de morir, nuestro infierno. 

La vida después de morir incluye esta extinción en cada segundo, en cada respiración, en cada anochecer y en cada amanecer, en cada dormir y en cada despertar. Sé que vivo y muero a la vez, viviendo voy  muriendo. Sé que habré de morir varias veces más para luego renacer hasta que llegue la última muerte. 

Llorar, gritar, enloquecer sin piedad, sin tregua, sin trabas. Que el recuerdo de este paso por la muerte se lleve por fin todo lo que queda, que se lleve todas las lágrimas, todos los lamentos y las imploraciones que le pertenecen, la poca cordura que nos deja. Después, nunca más una muerte sin llorar, un descanso sin desear, un consuelo sin ofrecer. Nunca más una muerte negada, silenciada. 

Algo de nosotras morirá siempre en estos días. Pero si aprendemos algo, también algo renacerá.