Refugio

Nunca había respirado tanto, tan profundo y tan conscientemente en toda mi vida. Nunca había logrado sentarme, estar en silencio, con los ojos cerrados y pasar largos ratos así, sentada y respirando. 
Sólo  así he logrado conocer lo que es la calma, sólo así he logrado que mis emociones, mis pensamientos y mis recuerdos se aquieten un poco y me dejen estar tranquila para gozar sin prisa, sin preocupación, sin tristeza las cosas más ordinarias, las cosa más pequeñas, las más simples, como ver caminar a mi perro, como sentir el aire en la cara, como disfrutar la quietud de las noches, como disfrutar el calor y el sabor de mi taza de café. 
Hacerlo, sentarme en silencio y respirar profundo, se ha convertido en un refugio cálido y amoroso, donde he descubierto que puedo ser distinta porque he logrado la calma, porque he logrado poco a poco  soltar el impulso, la explosión como respuestas únicas, pero sobre todo donde he encontrado el espacio para seguir intentando cuando no puedo, cuando no lo logro. 
Empiezo a conocer por primer vez la paciencia, la compasión y la amabilidad para seguir intentando una y otra vez, sin prisa, sin juicio, sin reclamo. 
Y a ese refugio voy muchas veces al día. Sólo me siento, respiro y cierro los ojos. El ruido externo se calla, mi cabeza se calla, y puedo estar por un rato en paz.

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