El gran abrazo que me trajo de regreso

Tengo casi dos años de haber regresado a Tijuana, pero apenas hace cinco meses empecé a sentirme aquí. Mis ganas, mis esperanzas, mis sueños, mi corazón, toda mi alma seguían en Aguascalientes o repartidos en los espacios del DF que compartí con mi tribu chilanga.

El aislamiento de la pandemia no me había permitido realmente regresar completa, porque el no poder ver caras conocidas y los lugares de mi vida en esta ciudad reafirmaron la sensación de extrañeza. He estado aquí sin estar, sintiéndome partida en varios pedazos que se quedaron en los lugares donde fui feliz los últimos doce años de mi vida. Esa sensación de desarraigo es terrible, sentir que tu lugar está en otra parte muy lejos de donde te encuentras es lo más aterrador y doloroso que he sentido.

Pero desde hace cinco meses he empezado a reintegrar mi alma a mi cuerpo, y cada encuentro con personas queridas en esta ciudad me ha ayudado a recuperar mis pedazos dispersos para rearmarme poco a poco en Tijuana. Hoy, el encuentro inesperado con tres personas con quienes compartí una parte de mi vida aquí, más un gran abrazo que le arrebaté a uno de ellos, me hizo sentir completamente en estas tierras por primera vez desde que llegué en abril de 2020.

Hoy, después de ese abrazo, y mientras estaba atorada en el tráfico, volteé la mirada hacia la ciudad en la noche y pensé: es bueno estar aquí, por fin regresé.

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