Un aliado

R estaba contento, creo que incluso se contuvo mucho para que su tono de voz no mostraran la emoción eufórica que sus ojos no pudieron contener. R es pausado, tranquilo, sabio, dulce. Sobre todo dulce: dulce su mirada, dulce su voz, dulce su forma de decir las cosas. 

Casi toda la sesión estuvo escribiendo, porque a cada pregunta que me hacía yo respondía profusamente. Quizá de allí su emoción. 

R: "¿Cómo has estado?"

A: "Bien...bueno... mmmm... sí, bien, muy bien, quizás".

R: "Que bueno saber eso". 

Tuve que esperar media hora para entrar con él. En algún punto durante la espera estuve tentada a presionar a las enfermeras, pero la posibilidad jamás llegó a plantearse totalmente en mi cabeza.

A: "¿A caso tienes prisa, Ariadna?, ¿A caso tienes algo que hacer que requiera puntualidad?". 

a: "No, ni prisa ni nada qué hacer". 

A: "Entonces respira profundo, y llénate de este momento". 

Me puse a observar, a escuchar, y a dejar que las emociones que resultaran de ello me invadieran el tiempo que fuera necesario. Muchos lugares, situaciones y personas vinieron a mi mente mientras esperaba en ese piso 25 al que sólo se puede llegar con un pase electrónico que te envían por whatsapp. Es lo más alto desde donde he visto la ciudad. Mi mente iba y venía entre momentos vividos en el DF, Aguascalientes y Tijuana, nada en ese piso permite definir un lugar preciso: entre la música de Universal, el acento de las enfemeras y la sencillez del paisaje tijuanense pareciera que es un lugar donde todo convergiera entre murmullos. Me sentí melancólica, así que acomodé mis manos en un mudra y me puse a respirar. 

R: "¿Recuerdas tu diagnóstico?"

A: "Sí: depresión y ansiedad"

R: "Así es. ¿Qué medicamento tomas?"

A: "Eso sí no lo sé, no me he aprendido el nombre."

Sé que R sonrió detrás de su cubreboca. Me dijo el nombre de la pastilla rosa, y le expliqué que he preferido no saber su nombre para evitar investigarlo. Me preguntó la marca y tampoco pude responder, sólo le dije que la caja era blanca con letras rojas, y él confirmó el nombre. 

R: "¿Cómo te has sentido con el medicamento?"

A: "Bien, muy bien. Todo sucedió como me dijiste: efectos fuertes los primeros días, pero después han empezado a disminuir. Sí sentí un incremento súbito del hambre, sobre todo en las tardes-noches, y al despertar me siento somnolienta un buen rato, de hecho me cuesta trabajo realmente despertar, pero sólo es un rato por la mañana. En las noches el efecto de la pastilla es muy fuerte después de una hora u hora y media de habermela tomado, me pega un sueño profundo. Pero creo que ha sido bueno porque he dormido muy bien, ya no me despierto a mitad de la noche y duermo por lo menos ocho horas." 

R escribía y sé que seguía sonriendo. R continuó preguntando: ¿temblor o sudoración de manos, hormigueo o entumecimiento de cuello, brazos, piernas o pies? ¿Taquicardia o palpitaciones?

A: "No, sólo en dos ocasiones un ligero desajuste en el ritmo cardiaco, y fueron mientras corría."

R: "Quizás, entonces, más bien fue por la carrera. ¿Alguna molestia con el medicamento?"

A: "En realidad ninguna, fuera del incremento del hambre que se sintió muy fuerte al inicio -y que ha ido disminuyendo-, y la pesadez por las mañanas, el resto del día me siento muy bien. De hecho, estos últimos días me di cuenta que hasta mi concentración y memoria han mejorado. La verdad estoy muy contenta el medicamento porque puedo hacer mis actividades diurnas sin problema, y hasta de forma más fluida. Ni mi conciencia ni mi productividad se han visto alteradas."

R no pudo evitar más su contento. Volteó a verme y me dijo que le daba mucho gusto cómo estaba reaccionando al medicamento y me explicó que lo que le estaba diciendo era lo que se esperaba de esa pastilla, que en eso radicaba su bondad.

R: "La "M" tiene el efecto de estimular la regulación de los ciclos vitales de tal manera que poco a poco entres en los ciclos y ritmos naturales. Por eso me da gusto que estés durmiendo ocho horas."

A: "Sí, hasta más. Entonces quizás el aumento de hambre también tenga que ver con ese proceso de regulación. Porque no sólo ha aumentado mi hambre, sino la calidad del hambre que tengo: se me antoja la comida, como con gusto. Tenía mucho tiempo que sólo comía porque tenía que comer."

R asintió. Después pasó a un set de preguntas distintas.

R: "¿Algún pensamiento sobre la muerte."

A: "No, sobre morir yo, no. Pero sí ha habido en la última semana pensamientos más sobre el "sin sentido". O sea, de pronto me empecé a preguntar "¿qué sentido tiene?"". Estuve tentada a decirle que tengo casi un año en el que la muerte es una idea fija en mi mente, pero no porque me quiera morir, sino porque la he vivido de cerca y con mucho miedo y tristeza; y que el propósito de mucho de lo que he hecho los últimos seis meses es vivir la muerte de forma distinta. Pero me callé, eso es algo complejo que sólo quiero tratar con O y con G.

R escribió, luego preguntó:

R: "¿Ganas de llorar?"

A: "Ah, eso sí, muchas, todo el tiempo y por cualquier cosa, pero eso es desde siempre." Me solté llorando.

R: "¿Está mal para ti? Porque creo que si no está mal para ti, podríamos sacar muchas cosas buenas de ello, podría ayudarnos a enfocar el trabajo. "

A: (llorando) "Mmmm... pues... no, mal no. No lo entiendo, no sé por qué lloro por cualquier cosa y sin razon evidente, pero ya no quiero entenderlo, si me siento triste lloro". Me quedé pensando algunos segundos. luego continué. "Mmmm, es que no es tristeza... creo que me siento muy conmovida".

R: "¿Podrían ser lágrimas pendientes?"

A: "Mmmm... no sé, quizás... En parte no, en parte son lágrimas relacionadas con esta etapa de mi vida...aunque... no, sí son lágrimas pendientes, muy pendientes."

R me miró. Ahora una sonrisa de ternurna se dibujó en su mirada. Continuó:

R: "¿Ganas de hacer las cosas? Es decir, sientes entusiasmo por las cosas que haces?"

A: "Ah, sí, sobre todo por mi trabajo y porque además volví a estudiar y me he sentido muy emocionada y contenta. O sea, jamás se fue la emoción por mi trabajo, pero los meses antes de la medicina sentía que cada vez era menos, inlcuso hacía todo muy a fuerza. Pero este mes he sentido que regresó parte de la vitalidad de esas actividades y, aunque no es muuuy fuerte aún, ya es algo más fijo."

R: "Me da mucho gusto. La verdad estoy muy contento porque estás reaccionando bien al medicamento, es un buen inicio. Al menos que sientas que esa pesadez por las mañanas es algo que te obstaculiza, podríamos seguir con este tratamiento. Aún puede disminuir un poco ese efecto de somnolencia, aunque la verdad no se va a quitar, es parte del efecto de la pastilla. Pero si tu quieres erradicarlo, tendríamos que probar con otro tratamiento que incluya una pastilla para dormir y otra para la depresión y la ansiedad, porque hasta hoy no hay ningun medicamento que logre esta regulación del sueño al tiempo que es antidepresivo y ansiolítico."

A: "No, yo estoy a gusto con el que tengo ahorita. La verda es que yo misma he pensado que es un medicamento muy noble. También he pensado que la somnolencia de la mañana podría ser anímica... O sea, me he sentido así incluso tomando la pastilla para dormir que me prescribió mi otro psiquiatra. Así que, mejor démosle más tiempo a este tratamiento."

R apoyó mi solicitud. Me preguntó que, en términos generales, cómo he me sentido con esta primer experiencia psiquiátrica. 

A: "Bien, la verdad bien. Aunque de pronto siento que todo es muy artificial." 

R: "¿Cómo que artificial?"

A: "O sea, que esos estados tanto fisiológicos como anímicos no provienen de mi sino de la pastilla, de algo externo."

R: "Es importante cómo narras las cosas, y ojo, no quiero decir que como las narras esté mal. Pero sí quisiera que pusiéramos atención a cómo las narras. Dijiste que sientes que la pastilla tiene un efecto... ¿cuál es a palabra que usaste?"

A: "Artificial"

R: "Eso, artificial. Entiendo que eso quizás tenga que ver con el hecho de que el cómo te has sentido tiene que ver con la pastilla. Pero, ¿crees que podría ser que lo artificial tenga que ver también con que de pronto te sientes distinta a como te has sentido durante algún tiempo? Es decir, quizás te acostumbraste mucho tiempo a sentirte ansiosa y con emociones muy intensas y con muchos altibajos, de tal forma que ahora que con la medicina vuelves a un estado donde las emociones se sienten en su justa proporción te parece todo artificial. ¿Crees que algo de esto pueda ser posible?"

A: "Sí, totalmente. He hablado con O de eso. Y hoy que hablo contigo empiezo a entender que la pastilla tiene ese mismo efecto regulardor en las emociones, porque lo que sí ha sido muy notorio es la desparición de los cuadros ansiosos. Es como si la pastilla hubiera desinflado lo que la ansiedad aumentaba exponencialmente, y me quedé sólo con las emociones en su versión más elemental y clara, ya sin la distorsión de la ansiedad. Justo como lo dijsite: emociones más en proporción. Entonces, aunque sí la idea de la artificialidad me ha rondado todas estas semanas, mi percepción del tratamiento ha empezado a cambiar."

R: "Lo importante es que veas al medicamento como un aliado".

Sí, como un aliado. Una idea potente que no me había pasado por la cabeza. Y entonces reafirmé un hallazgo que tuve la semana pasada: he vivido  toda mi vida sintiendo que todo a mi alrededor es una amenaza latente. Incluso cuando estoy enferma, los medicamenos que me prescriben para ayudarme a sanar los percibo y los vivo como amenazantes: pienso en los efectos secundarios no deseadps, pienso en los riesgos de largo plazo, pienso en el daño que producen a mis riñones e hígado, los vivo como un lastre. Y hoy, justo después de estar con R, por primera creo que puedo tener aliados para sanar mi corazón y mi alma, a los cuales he tratado mal, muy muy mal, desde hace mucho tiempo. 

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