Conectar con la vida : el movimiento

"Conectar con la vida", dijo G. Segundos antes,  yo le había manifestado la angustia que me produce la idea de adentrarme en mi infierno, aunque también afirmé que lo había evitado tanto y desde hace tanto tiempo que ya no quería seguir postergándolo: sí es impostergable, ahora lo sé y, además, estoy lista. 
G: "¿A qué le temes?", me preguntó. 
A: "Si lo hago, ya no regresaré, sé que ya no hay retorno", respondí. 
G: "¿Regresar a dónde, o a qué?"
A: "O sea, ¿cómo volveré a hablar con la gente, cómo podré conectarme con ella, con lo que me rodea?"
G: "Ah, entiendo. Pero por eso la práctica debe incluir tres elementos. La meditación, una parte de actividad física y el servicio. Si esos tres elementos están presentes no hay riesgo de que te quedes en el viaje". Se trata de conectar con la vida."
Conectar con la vida. Desde la semana pasada que hablé como él, esa frase no deja de retumbarme en la cabeza. No le pregunté cómo se hacía eso, fue muy claro para mí a qué se refería con "el servicio" porque, además, la referencia había surgido ya en varios textos revisados en los últimos meses. 
Pero en esta recaída de ansiedad, la frase me ha hecho pensar en otras cosas y situaciones. Siempre que viene a mi mente, la imagen inmediata que emerge es la mi perro, específicamente sus pequeñas y enchinadas pestañas en esos ojos enormes y saltones, y la sonrisa que dibuja siempre que le rasco la panza. Hoy, en unos segundos de reconexión con la realidad tangible, vi frente a mi unas diminutas flores de hojas anaranjadas, y entonces recordé eso de conectar con la vida. 
Y justo hace unos instantes, al percatarme que llevaba ya varios minutos sentada en el auto en esa esquina de una calle clasemediera de la ciudad, y tras notar la imprevista calma en que me encontraba, pensé que en la ciudad conectar con la vida también es ver el movimiento ya sea de los autos, de las personas, de los aviones, el del sonido o el de las luces.
Entiendo por qué esa otra esquina, en el parque donde camino con mi perro, me produce quietud incluso si sólo estoy sentada en el auto. 
También recordé que yo bailaba, hace mucho tiempo, y eso era lo único que me calmaba. 
El movimiento es vida. Necesito moverme, necesito bailar. 

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