Ataque de pánico

 Allí estaba, parada frente a la entrada del estacionamiento preguntándome por dónde subir al segundo piso, reconociendo que no recordaba cómo bajé. Y supe que no podía tomar el auto para regresar a casa, supe que debía pedir ayuda. No había más: no estoy bien y no puedo seguir intentándolo solo con psicoterapia.

Lloré sin control y sin consuelo, intentando calmarme y encontrar un poco de calma para pedirle a las pocas personas que aún tengo aquí, que me recogieran. 

"¿Qué pasó?, me preguntó J. 

Tengo muchos meses que las palabras escapan de mi. Pienso en una, la visualizo, y a los segundo se empieza a desvanecer pasando por un proceso de desintegración lenta; las palabras se me niegan, pierden su forma y me es imposible asir su significado para poder usarlo y expresar qué me pasa, cómo me siento. 

"No me siento en mi, es como si una parte se hubiera desconectado de mi cuerpo y le hubiera dejado solo", le respondí. Desconectada, dividida, despersonalizada. 

Esa noche, el nueve de diciembre de dos mil veintiuno, ya en casa, no pude conciliar el sueño, o algo así. Estaba profundamente cansada, físicamente cansada, mis ojos se cerraron sin problema, mi cuerpo se relajó, pero no pude dormir. Dentro mi cabeza todas las palabras, las imágenes, los sonidos, las ideas corrían vertiginosas, más que siempre, más que nunca. Miedo profundo: ¿y si el único hilo de cordura que me queda se revienta?, ¿y si ya no puedo nunca más reagruparme, reunir mis partes?

Entre tanto revuelo mental me aferraba algo que me dijo G: "el cerebro crea mecanismo de defensa, se protege". ¿De qué se está protegiendo mi cerebro? ¿Qué tan cruel es eso que le amenaza que responde de esta forma tan espantosa y dolorosa? Entre tanto correrío mental, plantearme esas preguntas me dio un poco de calma: lo que me pasa es una respuesta, una reacción, sólo tengo que identificar a qué.

Pude dormir hasta que ya era de día. Desperté tres horas después, ligeramente más aliviada, pero mucho más cansada que nunca en estos últimos seis meses. Duerme Ariadna, sólo duerme, si sólo así se calla tu cerebro, duerme. El problema es que nunca se calla.